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De espaldas a los ciudadanos


Si alguna habilidad ha demostrado la Asamblea Nacional, a lo largo de estos 10 meses en funciones, es la de avivar el descontento del pueblo ecuatoriano. Hasta ahora (salvo contadas excepciones), el trabajo de los 137 asambleístas no puede ser criticado desde la gestión legislativa, pues precisamente lo que menos hacen es legislar. Entiéndase que el alcance de este verbo va más allá de presentarse a las sesiones o votaciones de proyectos. Se trata de aportar y plasmar en la ley demandas ciudadanas para vivir mejor.


Este período legislativo ha mostrado otros antivalores como el descaro y el abuso de sus funciones. Es así como ahora vemos sesiones convocadas en feriados. Impuestos que se aprueban por falta de pronunciamiento. Paquetes de indultos otorgados a media madrugada. La presentación y tramitación de juicios políticos inertes. Exhortos absurdos y decisiones demagógicas como la de establecer sueldos por ley.


Por estos días vimos nuevamente operar una mayoría, que justifica su feria de indultos aduciendo “una necesaria reconciliación del país”, como si la prioridad de los ciudadanos fuese liberar a vándalos y delincuentes. No hace falta leer una encuesta para entender que hoy las preocupaciones de los ecuatorianos son la inseguridad y la falta de empleo. Lo que se necesita es sensibilidad y decencia para hacer su trabajo y, por ejemplo, agilizar la aprobación de una Ley que regule el uso progresivo de la fuerza y permita a la Policía actuar sin temor ante la delincuencia.


Parte del problema radica en la falta de experiencia legislativa y liderazgo de su presidenta. A esto se suma la endeble e itinerante mayoría que la respalda. Del otro lado y sin ánimos de conciliar están los “opositores”, quienes ven como única salida a la crisis legislativa la conformación de una nueva mayoría y con ello un recambio de posiciones. Esto último es presentado como un claro intento de desestabilización.


En medio de este permanente choque de fuerzas e intereses, cada vez toman más fuerza las voces que piden una Muerte Cruzada. Quizá está opción resuelva el problema actual, pero podría generar otros dos. Primero la señal de inestabilidad política que daríamos al mundo y sus consecuencias a nivel económico. Segundo, la oportunidad que se abre para el resurgimiento de frentes políticos que se hacen fuertes en medio de la conmoción y el descontento.


Ante lo aquí expuesto, es evidente la falta de una reforma política de fondo. La vía sin duda es la Consulta Popular. Esta vez será el ciudadano quien decida los cambios estructurales para fortalecer y facilitar la gobernabilidad que permita trabajar tanto al Ejecutivo como al Legislativo en los problemas de fondo del país. Cambios como por ejemplo, la elección de legisladores en votaciones de segunda vuelta. Una salida para evitar la conformación de mayorías con agendas totalmente contrarias al proyecto del Gobierno electo en las urnas por los ciudadanos.


En conclusión. Renovar y depurar en la clase política ya no es retorica, sino que son tareas urgentes. Sin embargo, el cambio real se hará visible cuando el poder sea ejercido con sintonía y autocrítica. Esto último nos sacará de ese bucle en el que todos tienen la razón y al mismo tiempo todos están equivocados.

 
 

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