Es cuestión de actitud
- 6 abr 2022
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En medio de una conversación, este fin de semana recordaba que hace más de un año estaba enfocado en trabajar intensamente para cumplir mis metas. Viviendo de prisa la tan publicitada “carrera hacia el éxito”. Intenté normalizar los sacrificios diarios que se deben asumir. Sin duda cumplir tus metas implica tomar algunas decisiones difíciles. Renunciar a momentos e incluso a personas. Sin embargo, tenía una permanente sensación de nudo en la garganta. A veces también en el corazón. Este camino al éxito poco tenía que ver con la felicidad.
La ansiedad ganaba terreno. Esa necesidad de salir corriendo me invadía. Finalmente entendí que debía hacer algo por mí. Tomé la decisión de aprender a manejar esas emociones de la mano de ayuda profesional y así tener herramientas para enfrentar mis dudas y cuestionamientos. A la vez, Dios y el destino me echaron un mano. Conocí a una persona extraordinaria, valiente y dueña de una alegría que contagia. De ella he aprendido que ser resiliente es valioso. Que la vida es caer y levantarse. Pero, sobre todo, que la vida sí es cuestión de actitud.
Por primera vez, pude hacer una introspección y apreciar la velocidad a la que vivía, condicionado por metas autoimpuestas. Reflexioné que había dejado de disfrutar lo que hacía. Qué el error estaba en querer resolverlo todo, incluso los problemas de otros. Comprendí que es posible replantearse la vida sin perder la esencia y las convicciones. Opté por confiar en mí, convertirme en mi prioridad. Ese objetivo también implica decisiones importantes como cambiar de trabajo y rutina diaria o hacer una pausa a la vida pública y política.
No fue para nada fácil. Confieso que a ratos sentí miedo. Muchos planes y personas quedaron atrás. A la vez nuevas experiencias llegaron a mi vida. Hoy sigo por ese camino de aciertos y desaciertos, convencido de la importancia del perdón y de la firmeza ante la adversidad. Convencido de que algunos temores son proporcionales al tamaño de los sueños. Pero no por eso hay que dejar de arriesgarse, dar el paso hacia adelante y aprovechar las oportunidades que solo se dan una vez.
Se necesita coraje para pelear por los objetivos y perder el miedo a equivocarnos. Es clave rodearnos de personas grandes de mente y espíritu aun sin importar que no piensen o crean como nosotros. Aprendí a respetar las decisiones de la gente que amo porque nadie puede vivir la vida por otro y cada uno está en su propio camino de aprendizaje con errores y consecuencias.
Hoy entiendo que ser feliz es ser agradecido. Es sonreír y disfrutar de las cosas más simples de la vida. Es aprender a voltear la página sin perder nuestros valores, ni la firmeza en nuestras decisiones. No es útil llenarnos la cabeza de expectativas absurdas que solo existen en nuestra mente. Tengo claro que debo esperar más de mí.
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