
¿Quién representa a los que no tienen camello? En un país en que cerca de un tercio de la población -5 millones- no tiene empleo formal solo existen sindicatos de trabajadores. Sectores que siguen pensando en el empleo como hace 20 años. Una visión que se contrapone a la realidad económica del país y del costo que representa la creación de una plaza de trabajo formal. Por otro lado, está la Asamblea Nacional que permanece estancada en el propósito de reformar el Código del Trabajo.
A pesar de estos “frentes de representación”, la actualidad en el Ecuador nos demuestra que se sigue postergando un derecho elemental del ciudadano: trabajar para vivir dignamente.
La situación se agravó tras la pandemia y golpea con más intensidad a los jóvenes de entre 18 y 24 años. Ellos, hoy, ni sueñan con su primer empleo porque les piden una experiencia “ilógica” ni con la posibilidad de estudiar una carrera universitaria porque aún persiste el problema de “cupos” y en casa no alcanza el dinero para estudios en la U privada.
Mientras la situación se agrava, escuchamos las mismas frases hechas: “estamos trabajando en soluciones”, “se necesita reformas legales”, “necesitamos crear incentivos tributarios”. También escuchamos las mismas excusas: “esto toma tiempo”, “los sectores involucrados no se ponen de acuerdo”, “no podemos solucionar tan rápido los problemas heredados de 14 años”.
Lo cierto es que para crear trabajo no se necesita de una reforma sino de la voluntad política y sobre todo, ciudadana.
Existe la posibilidad concreta y ágil de que el Gobierno genere políticas públicas en función de lo que ya existe a nivel de normativa. Un buen punto de partida es exigir el cumplimiento de todos los “beneficios” contenidos en la Ley para hacer realidad el acceso a crédito en materia de emprendimiento e innovación. Esto es posible si se inyecta dinero en un fondo permanente que, cumpliendo condiciones y requisitos, garantice acceder a capital de trabajo. Se debería exigir que se cree al menos una nueva plaza de trabajo para personas de entre 18 y 24 años durante el plazo del crédito. Así, fomentamos también el primer empleo en los jóvenes.
Si los ciudadanos no tomamos la decisión de hacernos sentir y ayudarnos a nosotros mismos, difícilmente alguien más lo hará. Pero es fundamental que la gran mayoría -los que no tiene trabajo- y que en la calle se los conoce como los “sin camello”, tengan voz y participación en la toma de decisiones en materia laboral.
Debemos estar conscientes de que exigir más oportunidades laborales depende de la capacidad de organización y movilización que tengamos para ser escuchados y ser parte de la toma de decisiones. Porque para cambiar esta dura realidad, los “sin camello” también necesitan una voz.
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